Y como toda voz merece ser escuchada, así mismo este blog merece ser leído y revisado de vez en cuando.
Así como la blanda agua erosiona las duras rocas, las ideas al igual que las gotas, paciente y tercamente, erosionan las mentes, las modifican, las esculpen o las destrozan.
Y
si usted no cree en Dios (o si su
imagen dista demasiado del ser omnipotente, justo y misericordioso,
dador de vida, creador y juez del universo) ¿cómo hace
para redimir sus pecados?, para librarse de toda esa mierda que lo
atosiga y lo acribilla contra la pared, cómo librarse de eso que le han
metido desde el nacimiento por un lado y que le surge de las entrañas
por
otro, la sensación de culpa, de malestar, de haber cometido un error,
cuando usted se siente mal y parece no pertenecer a esta raza o a
este mundo; ¿a donde corre? ¿a quién acude?
Encrucijada;
le toca tragarse eso solo, como una boya descarriada que se ha soltado y se
encuentra en la mitad del pacífico, flotando, sin nada más que su propia
existencia, únicamente con su propia "boyitud", sólo la boya, nada más; porque el océano inmenso, poderoso, a veces tranquilo y a veces furioso,
como un animal monstruoso; es indiferente a la boya, y a lo que le
ocurre, su existencia no se ve afectada por la boya así que ella no le importa.
Y
esos pecados y esa culpa tendrá que expiarlas de alguna manera, pero
siempre solo; porque como la boya, usted se ha soltado, ha querido ser
libre y se ha largado, ahora nada lo ata, nada lo retiene; pero esa
libertad tiene un precio alto, muy alto: no tendrá refugio, no tendrá
amparo, no tendrá consuelo; su libertad es hermosa, pero costosa, ahora
tendrá que ponerle el pecho a todo, aguantarse la vida y la tormenta,
solo, malditamente solo, agarrarse a usted mismo y flotar lo mejor que
pueda para no tragar demasiada agua.
Cuenta la historia que un joven viajero había caminado durante jornadas interminables, en procura de un legendario hombre anciano, que se decía no dejaba pregunta sin respuesta. Aquellos que lo habían visitado aseguraban que era un sabio que transformaba sus existencias de forma importante.
El muchacho agotado y hambriento, llegó prácticamente postrado a los pies de aquel anciano, —que, como si se hubiera anticipado al visitante, aguardaba con comida y bebida—.
El viejo vestía ropas humildes y, tenía pelo y barba frondosos, bien podría pasar por un mendigo en cualquier gran ciudad, pero aquel paraje no era una metrópolis, todo lo contrario, era un lugar ciertamente recóndito, sin lujos ni sofisticación alguna.
Entonces el muchacho sació su hambre y su sed, también descansó, y luego se dispuso a transmitir su duda a aquel viejo —que por cierto, parecía ser el único humano en ese lugar—. Pero antes de que el viajero pudiera musitar palabra alguna, el anciano le dijo:
» —debemos ir a sentarnos a la playa—
» "está bien" dijo el muchacho pacientemente.
Hubo pasado un buen tiempo, ambos sentados y en silencio en aquella inmensa playa, miraban el horizonte oceánico siempre azulado, como un guiño del destino.
» —hace ya bastante rato cayó una gota en mi frente, y acaba de caer otra en la vuestra, se acerca una tormenta mi amigo—
» "debemos ponernos a cubierto entonces señor"
no hubo respuesta, volvió a reinar el silencio.
Tal cual lo dicho por el anciano una tormenta ligera pero poderosa se tomó la playa y sus alrededores, sin embargo ninguno de los dos se levantó de allí, y quedaron totalmente empapados al término del chaparrón. El joven no quiso esperar más y se apresuró a hablar.
» "¿No sería mejor nacer y quedar apartado para siempre de cualquier semejante?, ¿acaso de esa manera no nos ahorraríamos sufrimientos?, ¿para qué socializar, si podemos ser y estar solos?, ¿mírese, su soledad, no lo ha hecho sabio?... creo que no necesitamos estar acompañados..."
» —Noto que te has sentido lastimado en medio de tus vínculos con otras personas, y noto también que no has sabido atender a mi respuesta, te lo explicaré de nuevo—
» "¿p...p...pero qué respuesta?"
» —no todo son palabras mi amigo, pero descuida, te lo explicaré con las mismas...
observa que mojados hemos quedado, dudo que una sola gota hubiera hecho eso posible, vinieron todas juntas, porque se necesitan mutuamente para cumplir su propósito, incluso esas pequeñas gotas que caen adelantadas a las demás, como mensajeras de una procesión de agua, son compañeras de todas las otras, y jamás ninguna gota está sola, ni al partir, ni al llegar. Porque al partir se despiden con un "hasta pronto" muy rítmico, y al llegar se encuentran entre ellas mismas y con los habitantes de la vastedad mojada, ya sea bailando con timidez sobre el verdor de un bosque o tendidas a sus anchas sobre las rocas y el suelo, en fín, ellas no gustan de la soledad aunque tampoco claman por compañía; ellas saben mi amigo y por eso mojan; no sufren porque dan todo lo que son, ellas hacen y dejan hacer; y no pueden ser, ni estar solas; y yo no estoy solo, a menos que tu presencia carezca de valor...—
» "Huh... este... usted... que impresionante"
» —Tenemos tanto que aprender de nuestros congéneres, y de todo lo que nos rodea, que por eso no podemos estar solos, es más, no te asustes, siéntete aliviado de entender que jamás estarás solo mi amigo...—
» "Gracias, es todo lo que puedo decir... y hasta luego"
Y cuenta la historia que... "Hasta pronto" como las gotas al despedirse...
Nota: Entrada dedicada a Richard y Cesar, socios, amigos, hermanos... como dos gotas...
Dudas, insultos, comentarios, sugerencias... bien recibidos en...
Nadie me dijo que iba a estar tranquilo, nadie me dijo que todo iría bien.
Nadie me contó su experiencia, algunos me aconsejaron, pero adornaron la historia y parecía un camino suave y pacífico.
Nadie fue crudo y veraz, nadie admite sufrir, y sólo cuentan lo bueno y suavizan lo malo e incómodo.
Nadie quiere estar triste, y cuentan todo con caras felices.
Nadie nunca me dijo «va a caerse, se va aporrear, se va a equivocar tantas o más veces de las que va a acertar.», nadie nunca me advirtió.
Nadie quiso angustiarme antes de tiempo, meterme el miedo en el alma para aprender a vivir con él y superarlo.
Nadie, nadie.
Nadie quiere mostrar sus heridas y su fragilidad, por miedo a que se aprovechen de eso.
Nadie me ha contado que ha sido engañado, que también lloró, que también se cayó y aprendió.
Nadie me cuenta que se sigue cayendo, que la vida es eso, que es caerse y aprender, para caerse de nuevo, muchas veces.
Nadie me ha dicho que la vida es un golpe que puede dejar un sabor de satisfacción luego de innumerables porrazos.
Nadie
me ha contado todos sus fracasos, sin saber que el valor de un ser humano
no se mide por sus logros o sus derrotas, es valioso por ser humano y
por vivir.
Nadie se quiere quitar la vergüenza de encima para decir «la
he cagado, miles de veces y he hecho poquitas cosas bien, pero sigo
viviendo, trastabillando e intentando ser mejor cada segundo, pero sabe,
la sigo cagando y a pesar de todo, sigo viviendo y sigo insistiendo.»
Nadie, nadie.
Nadie quiere que lo vean como un inútil, y que lo tachen y le reprueben y le saquen en cara cada error y cada cagada.
Nadie ha sido valiente para decir «estoy
cagado del miedo, casi todo el tiempo, pero hago lo mejor que puedo y
doy todo de mi para ser feliz, y aún así la sigo cagando, sigo con miedo
y sigo cometiendo errores y estupideces y a veces soy feliz.»
Nadie
es capaz de llorar para admitir en su sano juicio que ha herido a
muchos y ha botado a la basura incontables oportunidades, porque piensa
que eso lo hace un paría y que debe ser rechazado y aislado de la gente
útil y feliz.
Nadie, nadie.
Nadie me ha gritado «¡Vivir
es complicado! porque requiere sudor, lágrimas y sangre, tragarse el
orgullo, la ira, frustrarse, llorar, sufrir, sentirse sólo, bruto e
indeseable, y a veces sentirse el ombligo del mundo, querido,
indispensable y amado; equivocarse mil veces y acertar una. Porque la
vida es eso, es un camino distinto para cada uno, y sólo recorriéndolo
es como se aprende y como se vive, la vida es un camino sin un objetivo
fijo, puede cambiar, puede ser difuso en ocasiones, y a veces no habrá
objetivo y al recorrerlo podrá encontrarlo.»
Porque
un grito así ayudaría mucho, me despertaría del letargo que pesan sobre
los días, y tal vez así yo gritaría a otros en algún momento y sería
más clara la vida.
Y
aquí sigo, cayendo, aprendiendo, embarrándola, tirando a la basura
segundos, oportunidades, esfuerzos, instantes y situaciones; todo
buscando esos esquivos momentos de felicidad, los cuales son difíciles
de reconocer y de atrapar.