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jueves, 31 de octubre de 2013

Lo Básico

Va caminando y mirando hacia adelante, cualquier noche, como muchas ocasiones antes. La cabeza llena de cosas, y entonces empiezan a formarse los remolinos de ideas, la tormenta de deseo y preguntas, de acusaciones y de orgullos.

Y entonces llega esta idea:

"Mire el mundo, mire la gente, mire a la sociedad, mire cualquier grupo humano, mire la cultura; lo que ha edificado, lo que ha construido y ha mantenido, lo que ha ido mejorando o dañando; mire atentamente el mundo por un buen tiempo.

Se da cuenta, cada vez tenemos más cosas que celebrar pero cada vez compartimos menos, cada vez tenemos más, pero sentimos menos.

Nuestras sociedades son una cosa rara, da valor a las cosas y no a los momentos; las primeras se dañan, se cambian, pueden durar cientos de años; los momentos por el contrario son efímeros, duran lo que dura un pestañeo, son intensos y se van, en si los momentos sumados componen cada vida, momentos puntuales, o momentos que se estiran como los suspiros de un enamorado o de alguien que ha llorado.

Desnude todo. Desnude a la sociedad, desnude a cada grupo humano, y no me refiero a quitarles sus prendas.

Me refiero a quitarle todas esas cosas que ha inventado, a todo esa parafernalia que ha montado para ser feliz, para sentirse parte de algo, para sentirse humano. Como si al nacer no lo fueran o tuvieran que pelear por ese derecho durante toda su vida.

Quítele fechas especiales, motivos de reunión, excusas para gastar y consumir, sobre todo impuestas por otros, casi nunca por las personas del común.

Quítele todo eso. Déjeles si desea sólo las fechas de cumpleaños, nada más.

Muchos tal vez nos vamos a sentir desamparados, sólos, perdidos y rotos. Por un tiempo, tal vez mucho o tal vez para siempre y vamos a llorar por lo que nos han quitado, preferimos vivir con un velo que mirarnos desnudos sin nada de esas cosas.

Ahora hagamos la parte más difícil, pero la más bonita y tal vez la más edificante.

Miremos que podemos hacer sin todo eso, veamos que podemos compartir con los que queremos lo que queremos y lo más importante, cuando queramos, cuando nace esa necesidad dentro de nosotros.

Eso es lo básico, ver que externamente no necesitamos nada de eso para felicitar a alguien, o para darle un presente, sólo necesitamos nuestra necesidad, que el corazón reviente el pecho cuando quiere compartir algo con alguien. Que la mente no funcione sino para pensar en compartir, en estar rodeado de algunas personas y en vivir esos momentos, así no haya nada, solo palabras e instantes."


Seguía caminando, una sonrisa mezcla de la confusión y una pequeña certeza, iluminó su rostro unos instantes.

Las calles bullían de gente y de cosas, como toda ciudad que cobija y asusta a la gente.



Hasta la próxima. 

jueves, 24 de octubre de 2013

De Ángeles III

Una mirada suya siempre fue diciente, siempre elocuente...
Ella siempre supo comunicarse con nosotros, no necesitó intermediarios, aprendí de ella el valor de ser quien eres sin ningún reparo, aprendí a no buscar culpables, entendí por vez primera que significa aceptar, aceptar aquello que no podemos cambiar.
Siempre sincera y noble, la primera vez que me encontró llorando, casi postrado de bruces en el suelo, se acercó, se levantó en sus patas y puso sus manos contra mis hombros, luego lamió tiernamente mis lágrimas, no fue la única vez, pero me asombró, ese gesto desinteresado y amoroso se ha grabado en mi memoria, allí donde está todo lo que vale la pena.
A través de ella comprendí que lo que parecía un castigo, es en realidad un privilegio perfectamente imaginado. Puede que no sea un ángel, puede que sí, a mí me lo parece todavía, ella eligió 4 patas, en vez de alas, todo para estar más cerca de nosotros, y poder brindarme momentos únicos.
Así es Princesa «La pequeña», sigue siendo.
Donde estés, sabes que te sigo queriendo pequeña, si se me permite, nos encontraremos otra vez...






Gracias y hasta la próxima...



juanjah9@gmail.com


viernes, 11 de octubre de 2013

De Ángeles II

Estaba de noche, era un poco tarde ya, mi tía me pidió que la acompañara a tomar el colectivo, quise aprovechar y dar un pequeño paseo a Princesa "la grande", ya estaba hecho, fuimos, dejamos que mi tía abordara y nos dispusimos a regresar.
Por aquel entonces la calle que marcaba el regreso de la avenida principal hacia la casa, estaba siendo reparada, el asfalto había sido levantado, se llevaban a cabo reparaciones en algunas tuberías y se encontraba intransitable, así que la recubrían con fibras plásticas de color verde y azul de un poco más de 1,80 de altura. Las calles estaban solas, con mi tía pudimos notar que no había nadie, ¡nadie!, ni siquiera en la pequeña cabina de vigilancia —que se supone debía tener un vigilante—, que se había dispuesto para velar por las máquinas y las herramientas. Solo se podía transitar por el andén, que quedaba convertido en un corredor un poco angosto. Tal circunstancia a esa hora, me ponía en desventaja, solo en caso de que alguien quisiera hacernos daño, a mí y a Princesa, aunque era improbable que ocurriera...
¡Sorpresa!, ocurría, mientras regresaba sentí que alguien nos seguía, y con algo de sigilo logré ver que un hombre, talvez más bajo que yo, se acercaba hacia nosotros con disimulo, pero con suficiente prisa, era obvio que quería alcanzarnos, al entender la situación, solo pude pensar en Princesa, si permanecía junto a mí, lo más factible es que en aras de protegerme, se llevaría la peor parte, así que, mientras avanzábamos estiré mi mano para soltar su correa y permitir que se fuera, ya vería yo como sorteaba el impase. y Justo en ese instante sucedió.
antes de que lograra soltar la correa, y con el sujeto a escasos centímetros de nosotros, apareció él, era un hombre alto, por lo menos medía 1,85, no era muy robusto, pero tampoco muy delgado, aunque el traje de vigilante que usaba parecía quedarle corto, su gesto era amable y su caracter tranquilo. me saludó cordialmente, me preguntó si todo estaba bien, y tras un corto cruce de palabras y de que yo le diera las gracias, me deseo buenas noches.
Un suceso casual, se puede pensar, pero...
solo unos segundos antes mi tía y yo habíamos pasado por el mismo lugar y no había nadie, insisto, ¡¡¡nadie!!!, mi tía tomó el colectivo casi de inmediato, por lo cual no hubo demora, ni tempo para que el "vigilante" llegara a ese punto, lo que parecía un inminente asalto, cambió de repente al encuentro con aquel bonachón vigía, ya que el tipo que nos seguía, cambió bruscamente de dirección, parecía más que frustrado, asustado, ¿y acaso quien era aquel "vigilante"?, Princesa lo supo al instante.
Y es que la noble Pastor Collie, quedó impactada al verlo, no ladró, pero tampoco se asustó, solo quería seguirlo mirando. Luego de que me despedí de aquel "hombre", Princesa no parecía querer regresar, halaba la correa en dirección al "vigilante", y no le quitó la mirada un solo segundo, recorrimos una distancia de aproximadamente 150 o 200 metros, y continuó mirándolo —aunque yo ya no veía a nadie—, con sus orejas erguidas, muy alerta, como sorprendida, y su cola siguió moviéndose, aún después de haber entrado a casa, ella durante un rato más estuvo cerca de la puerta, luego se tranquilizó y se fue a su cama, mi asombro sigue intacto, solo la ví reaccionar así aquella noche, y difícilmente olvidaré aquel extraño suceso. Dicen que algunos animales pueden ver a los ángeles, Princesa, a mi parecer lo hacía, o así me lo hizo sentir y entender ella. 

Hasta la próxima, y gracias.


juanjah9@gmail.com

sábado, 5 de octubre de 2013

De Ángeles I

Me detengo y pienso en lo sorprendente que es el hecho de ser mojado por las gotas, y me doy cuenta que es más sorprendente, si acaso, vislumbrar porque mojan...

Había sido un día algo ajetreado, la noche ya empezaba a cambiar el lienzo azul y blanco, por el de la infinita danza estelar —aunque no notaba mucho esos detalles aquellos días—, la vieja buseta se ofrecía arrulladora desde que abordé, y de nuevo sucumbí a ese desastroso hábito —que aún a veces disfruto— de quedarme dormido en el transporte público, con el agravante de estar muy cansado —así es más difícil despertar—. Y es que ya había pasado, pero en ocasiones y con esos pequeños detalles —que suelen hacer diferencia—, me repito, talvez por el deleite de la sorpresa, talvez por el desdén a los trazos impuestos, talvez seguramente por los dos motivos.
Todo iba como tenía que ir, y lo fue, iba muy cómodo, bastante dormido, hasta el conductor daba un toque de mecedora a la trajinada busetica. Cada vez que pienso en ello, me doy cuenta que habría despertado lejos de casa, más cansado y con un largo tramo por caminar, pero como escribí todo fue como tuvo que ser...
No fue unas calles antes o después, fue en el sitio exacto donde pasa la calle que lleva a la casa en la que vivía, justo ahí. La buena señora, —de unos setenta y tantos— de la que en ningún instante me percaté, me tocó suavemente el hombro derecho, desperté, ella estaba sentada a mi lado, la miré con desconcierto, pero me tranquilicé al escucharla hablar, con toda la dulzura posible me dijo:
"Ay que pena, que lo despertara, es que lo vi tan dormido, y pensé que de pronto se pasaba de donde vive"
Yo di las gracias sin más, dicho esto sonrió y se levantó para bajar de la buseta, yo, ya más despierto miré por la ventana, era justo la calle donde me bajo, así que bajé de prisa y de inmediato tras ella.
Estando ya abajo del vehículo y sin haber pasado más de 5 o 6 segundos, entendí que la noble mujer me había evitado varios incidentes con solo depertarme, giré rápido para buscarla y darle gracias, pero ya no estaba por ningún lado, ¡vaya sorpresa!. Atónito me dirigí a casa, pensando en aquella situación y con bastante asombro.
Días después mientras más le daba vueltas, más extrañado me sentía, ¿como era posible?, ¿y justo en ese instante, y en ese punto?, ¿como podía coincidir el hecho de que ella pensara que yo me pasaría de casa, y que realmente iba a pasarme?, no había una respuesta, no una que me convenciera, no en aquel momento.
Y pasados unos cuantos soles, y unas cuantas lunas, yo, reacio a las convenciones, he llegado a moldear mi respuesta: Un ángel, y una señal talvez. Sí.
Casualidad le pueden llamar algunos, o también un suceso común dentro del bien organizado universo, pero me quedo sin sonrojo alguno con lo que siento.
Alguien —ya hablaré de él, si se me permite— me enseñó muchísimo con una frase corta:
«Y recuerda... Lo importante es lo que se siente y no lo que se sabe»
Gracias, y hasta la próxima...

Nota: Ésta es la primera entrada de una serie, si te suena familiar algo, te ha sucedido, o quieres tratarlo, o solo opinar, me gustaría que me dejaras contarlo en el blog, no tengas miedo de comentar, halagar o insultar, o de escribir al correo que dejo, ésta no es la voz de una gota, sino la de todas las que quieran...

juanjah9@gmail.com